miércoles, 12 de enero de 2011

La agonía de la lectura

La decadencia de la lectura es un asunto socio-literario de resonancia que periódicamente aparece en la discusión pública con un tono, no sin razón, amargo.

De lo que se habla menos es de la decadencia del lector, como si éste fuera una pieza inamovible del juego, como si la decadencia de la lectura fuese un asunto ajeno a la presencia concreta del lector. El lector aparece entonces como víctima de un plan general de degradación del conocimiento y como un ente pasivo, sujeto a los vaivenes y conflictos de la sociedad de consumo.

La decadencia de la lectura se atribuye a la invasión de lo audiovisual en la vida de las personas. El lenguaje del impacto (la imagen) sólo demuestra ser más asequible, por lo inmediato, que el lenguaje de la reflexión (la palabra), pero no hay sustitución, sino, en todo caso, posición dominante.

España es un país con índices de lectura inferiores a los de países tradicionalmente más lectores, como Francia, Inglaterra o Alemania.
El alimento del lector es el libro. En el caso de la novela, admito que se editan más novelas y se lee más, pero la calidad del producto decae de manera alarmante.

En mi opinión, lo que ha descendido no sólo en España, sino también en los países que antes citaba como ejemplos de índice de lectura, es la calidad del lector, porque la calidad de la mejor literatura no ha cedido. Pero refiriéndonos a España, me atrevo a conjeturar que el cambio de proporciones entre lector selectivo (que escoge y progresa) y lector común (que sólo exige más de lo mismo) a favor de este último se debe sobre todo a la incorporación de nuevos lectores.

Vivimos en una sociedad lo suficientemente rica como para permitirse comprar libros y lo suficientemente deseosa de autoafirmación como para leerlos. El problema es de criterio. La estructura social puede hoy en día modificarse con rapidez -de una dictadura a una democracia, por ejemplo evidente-, pero el criterio es un asunto de largo plazo.

El valor actual del confort consumista y la nueva imagen ciudadana de que el libro pertenece al estatus actual es una de las razones por las que se ha reblandecido el acto de leer en otros países (como Alemania, país en el que antes estaba la lectura en vías de extinción).

Otra razón de importancia es que los nuevos lectores carecen de tradición, carecen de criterio y han empezado a leer al apagar la televisión, no antes de que ésta llegara a casa. Confía en sí como todo el mundo confía en su propio gusto, pero sobre gustos hay mucho escrito, que no leído; el gusto no es innato, sino adquirido. Su principal referencia es el entretenimiento por el entretenimiento. En consecuencia, ahora somos lo suficientemente ricos y cosmopolitas como para permitirnos leer como provincianos. La sencillez puede ser amiga de la novela de calidad; la simpleza, no; y en cuanto a la buena voluntad, es el principio, no el fin.

Así que el lector es reflejo de su sociedad y, como tal, es razonablemente acrítico; es decir, no es exigente ni selectivo, no le empuja la curiosidad de saber, sino la necesidad de saber "qué pasó"; es un lector de anécdotas, no de sentido.

Parafraseando una afirmación de Fernando Savater sobre el pensar bien, puede decirse que "quien no se esfuerza en leer, no leerá nunca nada verdaderamente interesante".

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